Por Will Ferguson, WSU News & Media Relations
PULLMAN, Washington — En lo profundo de la Selva Maya de Guatemala, un equipo liderado por investigadores de la Universidad Estatal de Washington (WSU) capturó algo más que fotos de jaguares, tapires y ocelotes. También capturó una historia poco común de éxito: una forma en que humanos y vida silvestre pueden compartir un bosque sin destruirlo.
Foto cortesía de WCS, WSU, OMYC, CONAP, ACOFOP, Coypu.
En un nuevo estudio publicado en Conservation Biology, científicos de WSU y de Wildlife Conservation Society encontraron que un bosque de manejo comunitario en la Reserva de la Biosfera Maya de Guatemala alberga una rica variedad de vida silvestre. En esta área, donde los residentes talan legalmente madera y cazan para subsistencia, viven mamíferos y aves de tamaño mediano a grande en números comparables a los de un parque nacional estrictamente protegido y un biotopo o reserva de vida silvestre.
Pero la realidad es matizada. Las cámaras también revelaron que algunas especies vulnerables, como el pecarí de labios blancos, el tapir y el hocofaisán evitan las zonas con alto acceso humano, mostrando cómo perturbaciones sutiles y “crípticas” pueden propagarse incluso en un bosque que aparentemente luce intacto.
“Nuestro objetivo era ver qué tan bien están funcionando realmente las distintas estrategias de conservación —protección estricta versus uso manejado— para la fauna que vive allí”, dijo Daniel Thornton, profesor asociado en la Escuela de Medio Ambiente de WSU y autor principal del estudio.
Aunque nuestros resultados muestran que este no fue el caso en Uaxactún, los bosques de muchas regiones tropicales pueden verse frondosos y saludables desde arriba, incluso cuando sus copas ocultan lo que se conoce como un ‘bosque vacío’: un paisaje despojado de vida silvestre.
— Daniel Thornton, profesor asociado, Washington State University
Para probar esto, la autora principal del estudio y exestudiante de doctorado de WSU, Lucy Perera-Romero, trabajó con cazadores y observadores de aves locales en el bosque comunitario de Uaxactún y en el vecino Parque Nacional Mirador-Río Azul y el “Biotopo” Dos Lagunas (Reservas de vida silvestre).
A lo largo de dos temporadas secas, desplegaron una extensa cuadrícula de cámaras trampa en aproximadamente 1,500 kilómetros cuadrados, orientando las cámaras hacia aguaderos, caminos y senderos boscosos remotos. Con ayuda de personas locales que conocían íntimamente el terreno y los rastros de animales, el equipo reunió miles de imágenes que representan 26 especies de mamíferos y aves.
Lo que encontraron fue multifacético. A nivel de comunidad, tanto el bosque manejado como el área protegida albergaban una riqueza y ocupación de especies similares. Esto sugiere que el cuidadoso manejo comunitario de Uaxactún, respaldado por la certificación del Forest Stewardship Council, ha preservado una comunidad de fauna mayormente intacta, incluso mientras sostiene los medios de vida humanos mediante la tala selectiva, la recolección y la cacería regulada.
Pero algunas especies ofrecieron un panorama más preocupante. Animales vulnerables como el tapir, junto con especies fuertemente cazadas como el hocofaisán y el pecarí de labios blancos, fueron menos frecuentes en áreas cercanas al poblado de Uaxactún que son utilizadas intensamente por las personas. En cambio, se refugiaban en partes más remotas y menos perturbadas del bosque. En contraste, especies más pequeñas y adaptables, e incluso los ocelotes, eran a veces más abundantes cerca de las personas, probablemente beneficiándose de menor competencia o depredación.
Un pavo ocelado caminando cerca de un aguadero. Foto cortesía de WCS, WSU, OMYC, CONAP, ACOFOP, Coypu.
Perera-Romero recordó un momento particularmente llamativo: una cámara colocada en un aguadero aislado, un oasis en la árida estación seca, captó la imagen de un jaguar cazando a un ocelote, probablemente la primera evidencia fotográfica de ese comportamiento. “Muestra cuánto sigue ocurriendo bajo el dosel que no vemos”, dijo.
Ese “subdosel” es crítico para algo más que la vida animal. Los grandes mamíferos dispersan semillas, mantienen la diversidad de plantas y ayudan a que los bosques almacenen más carbono, lo que a su vez contribuye a la estabilidad climática global. Si el bosque se vacía de animales, se vuelve menos resiliente y productivo.
Los hallazgos también tienen implicaciones inmediatas para las políticas de conservación. La comunidad de Uaxactún utilizó resultados preliminares de este estudio para ayudar a renovar su concesión forestal integral, demostrando que sus prácticas de manejo mantienen la biodiversidad. “Es un modelo de cómo las comunidades pueden usar y proteger responsablemente los bosques tropicales, especialmente si se compara con la extensa defaunación que ocurre cuando las comunidades practican la ganadería en lugar del manejo forestal”, dijo Thornton.
El éxito de Uaxactún se debe a algo más que a su ubicación, según Roan McNab, director del programa de WCS Guatemala en el momento del estudio. Su proximidad a dos parques nacionales ayuda a amortiguar las amenazas, pero igual de importantes son las profundas tradiciones forestales de la comunidad, el crecimiento de su organización de manejo, un firme compromiso de mantener fuera a actores externos y las inversiones en educación. La comunidad también es miembro de la Asociación de Comunidades Forestales de Petén (ACOFOP), una alianza que fortalece su voz política y su acceso al apoyo gubernamental.
“Uaxactún demuestra que cuando las comunidades locales cuentan con los recursos, los derechos y la voluntad, el manejo forestal comunitario puede sostener poblaciones robustas de fauna y funcionar como una de las estrategias de conservación más resilientes del planeta”, dijo McNab.
De cara al futuro, el estudio subraya la necesidad de monitoreo terrestre para comprender lo que sucede bajo el dosel, complementando las imágenes satelitales que solo revelan la superficie del bosque. También demuestra que la conservación no tiene por qué significar excluir totalmente a las personas. Con reglas inteligentes y vigilancia constante, humanos y fauna pueden coexistir, incluso en el corazón de una selva tropical.
“Estos bosques son hermosos, pero también frágiles”, dijo Perera-Romero. “Cuanto más sepamos sobre lo que ocurre dentro de ellos, mejor podremos protegerlos para todos, para las personas y para los jaguares por igual”.
Contactos de prensa
- Daniel Thornton, WSU School of the Environment, 509-335-3713, daniel.thornton@wsu.edu
- Lucy Perera-Romero, WSU School of the Environment, lucy.perera@wsu.edu
- Claudia Novelo Alpuche, WCS Mesoamérica y Caribe Occidental, cnovelo@wcs.org