por Víctor Hugo Ramos · WCS Mesoamérica y El Caribe
A mediados de abril de 2020, un denso manto de humo cubría gran parte de los países de Honduras, Guatemala y el sureste de México, afectando la calidad del aire respirado por cerca de 20 millones de personas. Este fenómeno tuvo una duración de 30 días consecutivos, con distintas extensiones e intensidades de afectación. El origen de este evento fue la combustión de biomasa producida por quemas agrícolas e incendios forestales que ardieron favorecidos por condiciones de baja humedad y alta temperatura en el pico de la estación seca.
El fuego ha sido usado como herramienta agrícola en todo el mundo durante miles de años, pero la dimensión que este tipo de incidentes alcanza en tiempos modernos genera problemas extremadamente dañinos para los bosques, la vida silvestre y para la salud pública de las poblaciones humanas.
En el contexto del Día Internacional del Aire Limpio por un cielo azul, cuyo lema de este año es “Juntos por un aire limpio”, es crucial reconocer cómo fenómenos climatológicos como El Niño pueden exacerbar esta problemática de los incendios forestales en Mesoamérica y sus efectos en los 5 Grandes Bosques.
Foto: MODIS TERRA color verdadero, 23 de abril de 2020. Fuente: Worldview, NASA, Moderate Resolution Imaging Spectroradiometer.Foto: Cuando una quema agropecuaria no se realiza con buenas prácticas de manejo de fuego y seguridad, se puede convertir en un incendio forestal sin control. Foto: Un cielo azul, en una tarde en la Isla de Flores, Petén, Guatemala.
El humo de incendios forestales y de materia vegetal en combustión está compuesto principalmente por partículas muy finas (microscópicas) y gases que pueden penetrar profundamente en el sistema respiratorio de quien los respire. La exposición a estas partículas y gases puede producir problemas transitorios como la irritación de los ojos y las vías respiratorias. En casos de exposición de largo plazo, el humo de incendios puede ser la causa o agravante de enfermedades cardíacas y pulmonares graves y conducir a muertes prematuras que son completamente evitables. Más recientemente se han establecido posibles conexiones adicionales entre el humo de incendios y quemas y la reducción de la capacidad cognitiva, posibles trastornos de niños nacidos de mujeres embarazadas que han tenido exposición al humo y la reducción de la efectividad del sistema inmunológico.
El problema de los incendios forestales y el mal uso del fuego como herramienta agrícola es endémico en nuestra región y afecta con más o menos intensidad a los distintos países. México, Guatemala, Belize, Honduras y Nicaragua han tenido eventos catastróficos de incendios en los últimos 25 años, asociados en muchos casos a sequías prolongadas combinadas con periodos de temperaturas anormalmente altas. El énfasis sobre esta problemática ha sido casi exclusivamente puesto en la conservación, los bosques y la vida silvestre, pero la dimensión asociada a la salud humana merece más atención y es un problema que reduce la calidad de vida durante periodos prolongados de tiempo y potencialmente causa muertes prematuras.
Foto: Jaguares y tapir captados en la Reserva de la Biosfera Maya. Los incendios forestales afectan el hábitat de la vida silvestre pero también la calidad del aire de los bosques.
En un año caracterizado por la presencia del fenómeno de El Niño, con temperaturas globales alcanzando niveles históricos, hacemos un llamado a la acción para prepararnos e implementar mejores medidas para manejar el fuego y evitar que los incendios forestales afecten la vida silvestre, la calidad del aire y la salud pública.
Un enfoque integral que combine la prevención, la gestión y la conciencia de los impactos del humo de incendios en la salud humana es esencial para garantizar un cielo azul y un aire limpio en Mesoamérica.